viernes, 24 de junio de 2011

sin la autoridad moral internacional para hacer valer su autonomía en la defensa de su seguridad pública y nacional. No hay, en contraste, un solo po

Tachado de ingenuo por políticos profesionales y por intelectuales que se reclaman sabedores de los códigos ocultos de la y lo político, uno de los méritos del poeta Javier Sicilia es evidenciar que el gobierno está desnudo: sin estrategias coherentes eficaces contra el crimen organizado; sin fundamentos éticos que hagan creíble la justicia para acabar con impunidades y corruptelas; sin respaldos auténticos fundados sobre la legitimidad que podría brindar un sistema político democrático inspirado y apoyado en la participación ciudadana; sin la autoridad moral internacional para hacer valer su autonomía en la defensa de su seguridad pública y nacional. No hay, en contraste, un solo político profesional que haya logrado una imagen tan nítida capaz de mostrar que el gobierno, los 3 poderes y órdenes de gobierno, el sistema político y de partidos, van desnudos.

Algunos reclaman que Sicilia y el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad dialoguen con un Ejecutivo ilegítimo, porque eso podría manchar la autenticidad de sus demandas. Sin embargo, otra de las cualidades lograda por el movimiento pacifista es que interpela al gobierno, al Estado, a la nación entera, pues no hay autoridad, partido político, jerarquía eclesial o feligresía, o ciudadanos-as comunes que no se sientan concernidos por el conjunto de demandas que se anudan en el Pacto Ciudadano por la Paz con Justicia y Dignidad, el cual conforma un programa pertinente de acción social para enfrentar el sufrimiento causado por inseguridad y violencia, venga de donde venga. Se incrementan autoconfianza y autoestima, de manera que entre todos podemos lograr esa paz justa y digna, brindarnos consuelo frente a la desgracia, revalorizar el amor y la solidaridad humanos como dones superadores del odio y la mercantilización mortales.

El diálogo entre el movimiento siciliano y Felipe Calderón, tenido en el Castillo de Chapultepec y no en el Museo de Antropología e Historia, como estaba previsto por su valor simbólico civilizatorio, huyo del posible alcance de la protesta pública hacia el símbolo de la posición militar controladora. No obstante, son varios los méritos alcanzados en esa reunión: se visibilizó a las víctimas, situándolas como la condición inicial de una doble exigencia, que se sepa la verdad y se actúe en consecuencia, que urgentemente se haga un plan de resarcimiento del daño a familiares de las víctimas. Además esta reunión genera una agenda política paralela en torno a la discusión de la política pública en materia de seguridad, y los temas relacionados con las urgentes reformas con visión de Estado: el debate sobre la Ley de Seguridad Nacional, la reforma política y los puntales de una reforma económica, al menos en lo tocante al piso material que sostiene al crimen organizado.

Las demandas del Pacto Nacional Ciudadano nos interpelan: verdad y justicia desde las víctimas; fin a la estrategia de guerra, desmilitarización del país; combatir la corrupción e impunidad; política social para los jóvenes y perfeccionamiento de la democracia en el país, con una mayor participación ciudadana; combatir la raíz económica del crimen organizado, debate sobre la militarización, que busca discutir una ley de seguridad nacional, la Iniciativa Mérida, la desmilitarización como un modelo de reconstrucción del tejido social y la criminalización de los jóvenes. El debate incluye discutir sobre el fuero de los legisladores y de los funcionarios, esquemas de prevención para servidores públicos corruptos, apertura de los medios de comunicación, y llama a discutir formas de “enlace y la organicidad del movimiento”, relacionada en las formas de organización y coordinación territorial y la toma de decisiones, que esperemos den continuidad a esta novedosa y espontánea forma política de desnudar al rey.

viernes, 10 de junio de 2011

POLÍTICA DESGARRADA

Si entendemos la política como el arte para vivir juntos mejor, de manera segura, y como un conjunto de capacidades institucionales y grupales para resolver razonadamente los conflictos derivados de nuestra convivencia, podemos concluir que la realidad política mexicana está desgarrada. Pero el desgarre dramático que vivimos en prácticamente todas las esferas de lo público tiene responsables. En cada uno de los poderes republicanos, en cada orden de gobierno, en el sistema político y de partidos, constatamos un marco contrastado entre apego a la legalidad y manipulación de la legitimidad de la acción pública. Sin embargo, no es únicamente un problema de Estado, pues los poderes fácticos comandan el desgarre de la política al concentrar capacidades para decidir por encima de la ley y las instituciones. Desde el crimen organizado, hasta el poder de las jerarquías eclesiales y del dinero, se vulneran las potencialidades incluyentes e integradoras de la política.
Hay, no obstante esas adversidades, quienes actúan en la esfera pública desde una perspectiva contraria al desgarre político. El imaginario que nutre esa actuación, busca rehacer un tejido social de confianza y de reivindicaciones críticas frente al caos, la inseguridad y la injusticia, apuesta por una ética fundada en valores humanistas. Por ello, se revalorizan palabras como dignidad, esperanza, consuelo, a la par de conceptos venidos de la política como diálogo, consenso, estrategia de largo plazo, lazos comunitarios horizontales, o democracia directa real del aquí y ahora. Esta amalgama creativa entre valores humanistas e imaginario político, se encuentra fundamentalmente en los movimientos sociales y en casos raros de personajes públicos insertados en el Estado, en el gobierno y hasta en partidos políticos. Sus fuentes de inspiración provienen de conflictos irresueltos que les competen directamente o frente a los cuales se despiertan fibras sensibles vitales como la solidaridad o la compasión.
El arraigo que encuentran las demandas públicas por revalorizar la política se debe a la defensa de la vida que entrañan. De ahí la importancia y el eco logrado por la Caravana de la Paz encabezada por Javier Sicilia, que está dando rostro a las víctimas por la violencia en las localidades por las que pasa, donde se retoman las exigencias de justicia desde el combate al odio, al revanchismo y al uso electorero del aparato judicial. La Caravana de la Paz repercute en una antropología de la muerte desde la vida, que visibiliza a las víctimas en todo el país y que apela a la memoria colectiva; los niños asesinados por la irresponsabilidad pública en la Guardería ABC, o los muertos en la guerra contra el crimen organizado, junto con las más de 40 mil historias de muertes violentas, son denuncias contra el desgarre político del olvido.
Si la muerte evidencia dramáticamente el desgarramiento público, la desesperanza frente al futuro es igualmente negativa de una vida mejor. Es el caso de la cerrazón al diálogo por parte de autoridades federales y estatales, por la construcción de la represa del Zapotillo, la cual se quiere imponer a toda costa sobre las poblaciones de Temacapulín, Palmarejo y Acasijo. Ahí, bajo el pretexto insostenible del bien mayor que representaría el abasto de agua para uso urbano, se esconde la defensa de un antimodelo de desarrollo extractivista y depredador que lo único que sustenta son las ganancias siderales de ciertas empresas constructoras locales y trasnacionales, asociadas en complicidad con las autoridades interesadas en mostrar que contribuyen al dinamismo económico, aunque sea en detrimento de las poblaciones afectadas. Negarse a evaluar alternativas a la represa y negarse a discutir a fondo todas las complejas aristas que tiene el abastecimiento de agua potable, también contribuye al desgarramiento de la política.

viernes, 3 de junio de 2011

ESCENARIOS PREELECTORALES

Sigue siendo un problema la precocidad del proceso electoral en todos los puestos por los que se compite, pero destacan las elecciones presidenciales por deteriorar nacionalmente el ejercicio democrático de gobierno. Uno de los méritos del redestape de Emilio González, es que evidenció los resortes que actúan sobre el sistema político para el impulso de las aspiraciones personales de los contendientes por la presidencia de la República, donde el protagonismo cobrado por los medios electrónicos del duopolio televisivo es avasallador; desde ahí se certifican candidaturas, se reparten legitimidades fabricadas sobre la existencia que otorga el aparecer en canales televisivos con audiencia nacional, y se da el banderazo para incluir la mercadotecnia como principio rector del proceso electoral. Aunque la reforma política de 2007 prohíbe que partidos y (pre)candidatos compren espacios en los medios electrónicos, prebendas y financiamientos extraídos principalmente del erario, abren los segmentos estelares de cualquier medio electrónico.
La comunicación pública está tan politizada, que los barones de Televisa y de TV Azteca, se aprovechan de esa precocidad nutrida por un sistema político concebido como botín, en el que se gasta bajo una lógica de mercado de futuros para conquistar una candidatura que luego retribuirá con creces lo invertido. Al fin que los señores del poder mediático prenden y apagan el switch que abre contactos entre dinero y política, tanto como entre el televidente consumidor y aquella mercancía electoral que sepa conquistar ya no la voluntad de respaldo individual –difícil de sostener en periodos de incertidumbre y caos-, sino la convicción momentánea para un objetivo inmediato: que el (pre)candidato gane la elección en cuestión porque promete más incluso que cualquier producto milagro. Para ello y por ello el duopolio televisivo se transforma en poder fáctico vestido de gran elector.
Transitar de precandidato a candidato en el contexto mediático, pone en crisis la democracia interna de los partidos, cuyas bases de sustentación se someten a los dictados que les comunican políticos-mercancías. Quien gane su existencia apareciendo en la tele, da pasos decisivos, definitorios, en la competencia electoral. Así, se deterioran los lazos de representación y crecen a la par el desencanto frente al candidato-mercancía, causado por el vacío programático de sus mensajes, y la pasividad a la que condenan medios electrónicos que difunden información, pero cerrados a la réplica y a la participación de sus audiencias. Aparte de López Obrador, quien construye espacios públicos de consulta electoral en todos los municipios del país desde 2006, no hay otros (pre)candidatos que depositen en el electorado su confianza como fuente de legitimación. Aunque la constante que comparten todos los suspirantes, va del divorcio con los movimientos sociales a la falta de una estrategia eficaz para vincularse con ellos.
Tampoco contribuye a la democratización del país el que se hagan elecciones sin reforma política en 2012. Partidos refractarios a perder poder y privilegios tienen en la lona cualquier intento de reforma, máxime cuando se busca empoderar al votante, y tanto el PRI como Acción Nacional, siguen negociando cuotas de poder que encarecen hasta el torpedeo cualquier decisión que disminuya su poderío. El sistema de partidos llegará debilitado en esta era de indignación y desconfianza, contexto que aumentará el abstencionismo y diluirá hasta casi extinguir el voto nulo. Sabedor que ese contexto favorece el voto duro, incondicional, principalmente del PRI, el Presidente Calderón hace intervenir a su gobierno en la contienda electoral. Apoya a sus allegados, luego a su partido, y descalifica a sus adversarios con recursos de Estado. Sobre todo a quienes niegan que México ya no es un país de pobres y a quienes condenan su fallida guerra contra el crimen organizado.