Dan ganas de hacerle su calavera a la democracia. Son muchos los motivos. Llegaremos a las elecciones de 2012 en medio de la violencia, el abuso del poder, la corrupción galopante del Estado y la sociedad que impulsa el mercantilismo; no tendremos una reforma política a la altura de las circunstancias tan apremiantes que exigen una revalorización del voto ciudadano, ni habrá mejoras cualitativas en la rendición de cuentas, ni avanzará el compromiso con la responsabilidad de los funcionarios sobre su desempeño público. Tampoco nos pondremos en sintonía con los formatos exigentes de democracia participativa que rigen ya en la inmensa mayoría de los países latinoamericanos, ni retomaremos las discusiones sobre la democracia comunitaria relacionada con los indígenas, sus autonomías regionales y la creación de un país enriquecido por diálogos interculturales.
La clase política nos propondrá aplazar respuestas contundentes a la crisis civilizatoria que enfrentamos; los empresarios monopolistas y transnacionalizados, seguirán alejando al mercado de la democracia con sus manotazos extralegales que les aseguran mantenerse como poderes fácticos. Nuestra parca democracia se desgrana mientras el país se desangra: “Los criminales ignoran el sufrimiento –han perdido cualquier sentido de lo humano y por eso asesinan con tanto horror y desprecio–. Pero también la política lo ignora. No está en su vocabulario, no tiene cabida en sus estadísticas que, a semejanza de los asesinatos de los criminales, borran el nombre de los muertos para volverlos números.” Palabras de Javier Sicilia el 1º de noviembre bajo el Ángel de la Independencia, del DF. Se dimensiona, no obstante el desánimo, de mejor manera el desafío que enfrentamos los y las mexicanas. La demanda por la paz con justicia y dignidad, junto con un movimiento social que no ceja en sus luchas, sitúan el tema ético en primer plano.
El cambio de valores y actitudes es la palanca que nos permitirá transformar la política, como servicio para la mejor convivencia y para el manejo públicamente razonado de nuestros conflictos. Aspiración democrática que, sin embargo, no encuentra el espacio social de convergencia entre quienes luchan por ella. En pleno despegue de la campaña electoral de 2012, ciertamente se decantan las propuestas derivadas de una agenda de izquierda frente a dos opciones que son más de lo mismo; aunque haya matices entre la continuidad panista y el regreso del tricolor a los Pinos, sus diferencias son secundarias. Pero hay riesgos: si no se alcanza la convergencia entre el programa de izquierda que representan Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard; si los candidatos del Pri y de Acción Nacional se obstinan en convencer que pueden ganar la guerra antinarco y mantener la misma estrategia económica.
Parca democracia en cuanto a su precaria institucionalización, pues a quienes corresponde sostenerla muestran innumerables limitaciones. Aunque la reforma constitucional sobre Derechos Humanos es la joya de la corona legislativa, el Congreso de la Unión no se caracteriza por su arrojo democrático: ni reforma política sustantiva, ni legislación sobre seguridad nacional que marque un nuevo derrotero para enfrentar atinadamente la violencia sin vulnerar los derechos de ciudadanía. Ni siquiera ha podido regularizar la situación del IFE la actual Legislatura, pues la Cámara de Diputados no ha elegido a los tres consejeros que falta reponer dentro del órgano electoral. A ello se suma que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, falló negativamente contra la solicitud presentada por 30 ciudadanos, quienes ven vulnerado su derecho a votar libremente dada la parcialidad de un Consejo General del IFE incompleto. A esta democracia, institucional, se la cargó la parca.
viernes, 4 de noviembre de 2011
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