Con los resultados de las elecciones locales en cuatro entidades del país el pasado domingo, que reinstauraron el exitoso carro completo a favor del PRI, se pavimenta el camino para el regreso de un régimen de partido predominante en México. Más allá de la evaluación de las estrategias electorales que favorecieron ampliamente al Revolucionario Institucional, hay que incluir conflictos y contradicciones que aporta en general el sistema de partidos, la vinculación del gobierno federal y local con los organismos encargados del proceso electoral, incluido el Poder Judicial y muy particularmente, la mercantilización de la cultura política entre el electorado a través de los medios electrónicos de comunicación que se han convertido en el gran elector. Malos presagios, pues un partido predominante profundiza la democracia elitista, el gobierno de las minorías activas y su subordinación a los intereses de los poderes fácticos, incluido el crimen organizado.
El incremento del abstencionismo es un mal presagio. Ni el PRI ni el conjunto de partidos acusaron recibo del desencanto representado frente a la partidocracia por la ausencia mayoritaria del electorado en los comicios de 2009, y por la emergencia de un movimiento por anular concientemente el voto como demanda para empoderar al elector. Lejos de registrar los sentimientos de desconfianza e incredulidad en las elecciones, el régimen de partido predominante que está en vías de restituirse ahondará la brecha entre representantes y representados. Máxime que tampoco creció el movimiento anulista en las elecciones locales recientes. En el Estado de México, el voto nulo apenas creció tres décimas porcentuales y en Coahuila, sólo quedó el testimonio del Obispo Raúl Vera, quien llamó a votar razonadamente, incluyendo la posibilidad de anular el voto si ninguna de las opciones convencía al elector.
Otro mal presagio es la contundente falta de equidad del proceso electoral mostrada antes, durante y en los conflictos postelectorales detonados en los comicios recientes, pues la reforma política urgente necesaria antes de las elecciones presidenciales sigue secuestrada por el PRI. Partido que torpedeó la iniciativa presidencial de reforma política, posteriormente enriquecida con propuestas partidarias y de organismos ciudadanos. Aunque la dirigencia de ese partido mostró disposición para rediscutir las reformas estructurales pendientes, principalmente la política, luego de sentirse el triunfador en las cuatro elecciones locales recientes, sus propuestas apuntan justamente al fortalecimiento del régimen de partido predominante, con el respectivo fortalecimiento de su hegemonía dentro de la partidocracia reinante. Seguirá la complicidad interpartidaria para el uso sesgado de recursos públicos con fines electorales, la subordinación del Poder Judicial Federal en materia electoral a las alianzas entre partidos gobernantes, autoridades electorales locales y medios electrónicos.
Con el PRI como partido predominante en el Congreso de la Unión y en los tres órdenes de gobierno, se bloqueará todo lo que signifique empoderar al electorado. No habrá contrapesos a la democracia elitista con gobierno de minorías activas, lo cual limita la calidad democrática que sustentan formatos participativos ciudadanos. Se cancelan así posibilidades de candidaturas independientes, de impulso a plebiscitos, referéndum o revocación de mandato en los poderes ejecutivos. Seguirá el financiamiento desproporcionado a partidos políticos sin que haya reelección consecutiva una vez para algunos puestos de elección popular; no se reducirá el tamaño de las Cámaras, ni se definirán mecanismos para la definición técnica salarial de los mandos públicos. Mientras que Acción Nacional y el PRD no resuelvan la falsa disyuntiva que plantea una alianza que sólo se propone derrotar al PRI y no aparezca la necesidad de un programa electoral para un gobierno de amplia participación, la coalición político-partidaria que encabeza el PRI avanzará sobre alfombra roja hacia el régimen de partido predominante que tan bien sabe usufructuar.
viernes, 8 de julio de 2011
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