Se nos viene encima la spotización de la política, debido a un modelo de comunicación social que, aparte de las buenas intenciones desmercantilizadoras de la reforma, no ha logrado ser aceptado ni por los destinatarios de los mensajes ni por los poderes mediáticos que ven disminuidos sus negocios. Desencuentro que es la punta del iceberg del maltrecho sistema político que tenemos. Es diferente difundir y comunicar, pero lamentablemente, la política se concibe como operación para implantar una verdad que se impone-difunde de arriba hacia abajo, que impide una comunicación de ida y vuelta. Es empobrecedor quedarnos tan sólo con la libertad del off, del apágale si no te gusta el mensaje.
Un modelo de comunicación política inspirado en el apechuga y vota, está cerrado a consultas, es impermeable frente a una participación ciudadana esperanzada en dar a conocer sus sensibilidades, emociones, temores fundados, lógicas originales de razonamiento individuales y colectivas que si acaso registra la mercadotecnia electoral con fines utilitaristas. Hoy que arrancan las campañas, tenemos enfrente otras demandas de participación comunicativa; se construyen argumentos, formas de razonar, sobre todo preguntas que quisieran una interlocución inteligente entre las figuras públicas a elegir y la ciudadanía. Es el caso de los intelectuales preguntones, quienes en un desplegado recientemente publicado llaman a una comunicación razonada en torno a posibles respuestas que merecen las inquietudes más relevantes y trascendentes que se agitan en la nación.
Desde la izquierda social se interpela al mundo político-electoral bajo otras premisas comunicativas. Se escoge una categoría de población abierta como pueblo o ciudadanía, como interlocutor privilegiado. Argumentos y razones se perfilan como transformadoras de instituciones y desigualdades cuya solución depende de cambios estructurales mayores que desafortunadamente no ofrecen las elecciones. Otro grupo de intelectuales, organizaciones de la sociedad civil, sacerdotes y cristianos por la teología de la liberación, lanzaron una Proclama por el Rescate de la Nación, cuyo diagnóstico muestra la urgencia de medidas que sean sobre todo producto de acuerdos entre distintas fuerzas que apuesten, principalmente, por fortalecer capacidades y potencialidades ya existentes en la diversidad de movimientos sociales. Se Proclama que: “El tejido social se fractura. La convivencia social se anula. Se amedrenta e inhibe la participación ciudadana y los medios de comunicación alimentan el miedo.”
Aunque no se niega que hay un proceso electoral que demanda una posición crítica, la Proclama quiere revalorizar la palabra y su fuerza comunicativa: “queremos alzar la voz y denunciar, en medio del proceso electoral, lo que aflige a la Patria. Ser voz de los que no son escuchados, o son silenciados por demandar justicia. Darle a la palabra su verdadero valor y significado frente a los discursos de políticos que sin escrúpulo alguno, mienten y ocultan sus verdaderas intenciones y los compromisos que han adquirido en su lucha por el poder.” En suma, se concibe la política como medio de transformación que no se somete al momento electoral: “buscamos ser parte de los procesos políticos desde la sociedad civil y exigir todo cuanto sea necesario para terminar con los abusos de poder, las violaciones a los derechos humanos, las injusticias, y sobre todo, con la guerra en territorio nacional.” Se respeta la decisión personal de votar, pero se alerta que independientemente de cuál sea el resultado electoral, la participación de la sociedad civil será necesaria: “si gana la opción de cambio serán importantes la organización y la movilización para demandar y apoyar los cambios de estrategia y de política de los gobiernos precedentes.” La Proclama llama, en cualquier caso, a un gran movimiento de resistencia civil y pacífica que empuje el cambio de rumbo.
viernes, 30 de marzo de 2012
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