Estas elecciones intermedias no servirán para agregar
intereses otros que no sean los de la partidocracia. Algunas excepciones no
modifican el cuadro general. La mayoría de partidos y candidatos hacen como si
el drama de Ayotzinapa no existiera. Las candidaturas independientes no
trascienden la personalización de la política y tienden a crear liderazgos
carismáticos caudillistas con apoyo mediático, salvo la experiencia de Wiki
Política, que quisiera trascender hacia una interlocución distinta entre
representantes y representados, por la vía de diálogos y consultas apoyados en
redes informáticas. El árbitro electoral, duramente cuestionado por la mayoría
de los partidos presentes en su estructura organizativa, no despierta la
confianza que necesita el Instituto Nacional Electoral, la instancia encargada
de organizar las elecciones, que se ve agobiada por un exceso de atribuciones,
frente a las cuales no ha podido responder con sustentos legítimos en su actuación.
Existe, además, una parroquianización de las
elecciones de diputados federales que no deja ver el proyecto nacional que está
detrás de partidos supuestamente nacionales, y algo similar sucede con las
elecciones de congresos locales, donde no aparece un imaginario orientado hacia
el estado desde los distritos que lo conforman. El PRI, está obligado a hacer
campaña sin su presidente de la República, dada la caída de aceptación de Peña
Nieto, pero simultáneamente necesita de las reformas estructurales que promueve
el Ejecutivo Federal, para mantener cierta esperanza de beneficios futuros para
el país. El PAN, cuya intención de voto es la que más crece, no logra sin
embargo desprenderse de miedos y desconfianzas causados por el calderonismo, ni
trasmite unidad interna por las pugnas entre sus fracciones. El PRD va tras las
regiones donde gobierna, pero se ve incapaz para frenar el deterioro causado
por el conflicto de Iguala-Ayotzinapa. Los verdes, al igual que el PANAL, en su
pragmatismo, aprovechan su cerrada e incondicional alianza con el PRI. Los
pequeños partidos no repuntan.
Mención aparte merece MORENA, pues su creciente
ascenso en la intención del voto expresa buenas perspectivas de triunfo en
algunos distritos federales y, aún con mejores expectativas, en a Asamblea
Local del DF. Con una marcada intención de democratizar la elección de sus
candidatos, en cada uno de los 300 distritos sus militantes eligieron a mano
alzada a sus representantes. Simultáneamente, MORENA retoma las demandas contra
la corrupción, la impunidad y por darle peso a la justicia para detener la
violencia, pero sin que ello signifique darle voz a los familiares de los
normalistas desaparecidos. MORENA y Acción Nacional son los partidos que más se
acercan a las elecciones primarias; el primero, entre militantes, mientras que
el segundo se propone elecciones abiertas, pero según lo decidan los comités
estatales del blanquiazul.
La dominante en el resto de los partidos son las
designaciones por los organismos políticos internos y, en el caso del PRI, las
candidaturas únicas, producto del dedazo, que usan las precampañas para
insertarse prematuramente en la competencia electoral. Sin democracia interna
en la mayoría de partidos, estas elecciones intermedias verán crecer las coaliciones:
250 distritos donde PRI y PVEM se alían; 130 distritos donde PRD y PT se
coaligan en la “Izquierda Progresista”. PRD y PAN van juntos en pocos distritos
y en casos puntuales, probablemente en las gubernaturas de Sonora y Colima.
Habremos de ver si surge una coalición legislativa que potencie iniciativas
contra la corrupción, como ya se inició, contra la impunidad política, o por la
reforma judicial contra la violencia. El gobierno de Peña Nieto ya comanda una
coalición PRI-PVEM-PANAL, además impone una Procuradora afín, y pretende
controlar la Suprema Corte de la Nación. Elementos en suma para contener los
anhelos de paz, justicia y dignidad.
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