viernes, 13 de febrero de 2009

DE LAS CRISIS A LA CATÁSTROFE

Más allá del debate entre Carlos Slim, Felipe Calderón y personeros del Ejecutivo Federal, hay que ver si la convergencia de crisis con distinta naturaleza pueden llevar a la catástrofe. Si nos atenemos a una definición de diccionario, la catástrofe es un “Suceso infausto que altera gravemente el orden regular de las cosas”. Estamos, ciertamente, ante un riesgo de catástrofe global, pues por primera vez en la historia de la humanidad hoy se combinan tres crisis simultáneas: la financiera, la ecológico-alimentaria y la energética. Tres pilares del desarrollo que el capitalismo contemporáneo ha llevado a extremos insostenibles, pues la alteración del “orden regular de las cosas” aparece como algo inherente al sistema mismo. Las crisis financieras son cada vez más agudas y no tienen visos de solución; el daño ambiental es irreversible y prácticamente inmanejable; hambre y carestía aparecen como jinetes apocalípticos y el modelo energético depredador es insostenible.

Los riesgos de crisis-catástrofe acechan al modelo “civilizatorio” implicado en el capitalismo, a sus ideales libertarios, igualitarios y de convivencia, inspirados en una modernidad nunca cumplida. Su ofrecimiento de una línea ascendente de progreso-desarrollo, descansa en la mano ya no invisible –en la que pobreza y riqueza extrema son tan tangibles como la fortuna de Slim- sino providencial de la utopía del mercado. Tanto Slim como Calderón invocan ese providencialismo; el primero pidiendo que se refuerce el mercado interno y el segundo insistiendo tercamente en las potenciales bondades del libre comercio abierto al mercado mundial. Pero la catástrofe que se avecina no tiene solamente una matriz económica y financiera, sino un origen múltiple y complejo que amenaza la supervivencia humana. El impacto de las tres crisis aludidas acota libertades, atenta contra el Estado de derecho, deteriora tejidos sociales abiertos a la solidaridad y conspira contra la convivencia pacífica incluyente.

Las actitudes para enfrentar la posible crisis-catástrofe del capitalismo pueden ser optimistas-constructoras: entender la crisis como oportunidad para adaptar o para mejorar la reproducción del status quo; o pueden ser pesimistas-derrumbistas. Desde la derecha, esta es una oportunidad para comprobar que el capitalismo pasa por una fase de “destrucción creativa”, sobre la que se erige la renovación capitalista; o desde la izquierda, el derrumbe-catástrofe muestra la inviabilidad capitalista de un modelo derrotado por sus contradicciones internas. Al iniciar 2009, se buscaron respuestas adaptativas frente a las crisis citadas en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, pero no se alcanzaron a consensuar medidas prácticas para enfrentarlas. Mientras que el Foro Social Mundial, en Belem, Brasil, fue capaz de prefigurar y ofrecer alternativas de salida desde el llamado Sur Global, frente al escenario catastrófico amenazante; salidas que están, sin embargo, condicionadas a la transformación del Norte Global en sus inequitativas relaciones con el Sur.

Un frente privilegiado para enfrentar la posible catástrofe lo representan los Estados nacionales. Es loable que el Senado mexicano haya convocado a un foro económico que desembocará el próximo lunes en un “Acuerdo nacional contra la crisis”. Ahí se presentaron ponencias con propuestas concretas que pueden generar consensos para enfrentar la dimensión económica de la crisis, pero percibo dos riesgos que pueden limitar los alcances de ese acuerdo: uno, la falta de vínculos con las otras dimensiones de la crisis, relativas a la soberanía alimentaria, a la defensa-preservación de la biodiversidad y la crisis energética cuya reforma legislativa acaba de aprobarse y, dos, la necesaria sincronización entre los acuerdos nacionales y la transformación del entorno internacional, donde se encuadran las tres crisis que pueden converger en catástrofe; es decir, las propuestas de reorganización financiera, ecológica y energética mundiales. Necesitamos un acuerdo nacional-global contra la convergencia crisis-catástrofe.

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