viernes, 15 de enero de 2010

SOLIDARIDAD CON HAITÍ

Dice la sabiduría popular: “al perro más flaco, se le cargan más las pulgas”. Así lo muestran las tragedias originadas por una mala convivencia entre nuestras sociedades y los desastres naturales. El país más pobre de América, situado en un Caribe convulsionado irremediablemente por su geografía, está cada vez más debilitado para enfrentar los riesgos naturales. Pero, más cruel aún ha sido su conflictiva historia, la que arrojó a su muy inmensa mayoría a la pobreza, la inseguridad, la exclusión y la vida desprotegida. El olvido de los pobres por sus clases pudientes, aunado al desencuentro de la comunidad internacional por una resolución de fondo, contra dictaduras y autoritarismos reinantes en distintos momentos, no pudo disimularse por las operaciones de paz impulsadas por Naciones Unidas. La llegada a esa isla de Cascos Azules, inspirada en el polémico concepto de Ingerencia Humanitaria, acentuó la dimensión militar del conflicto sin contribuir radicalmente a la democratización haitiana.

El primer país latinoamericano en declarar su independencia, en 1804, se alejó de Francia, pero los mulatos francófonos suplantaron a los colonizadores y los negros hablantes de creole siguieron oprimidos y discriminados desde entonces. Un reportaje de BBC Mundo habla de la combinación de cinco crisis que azotan a Haití;
1) La inestabilidad política y la violencia, herencia de crueles dictaduras que tiñeron de sangre por casi doscientos años a esta pequeña porción de la Hispaniola, segunda isla en tamaño del Caribe, cuya mayor parte ocupa República Dominicana. Entre 1957 y 1986, las dictaduras de François Duvalier y luego de su hijo Jean Claude, apodado “Baby Doc”, coronan el autoritarismo que sería combatido hasta 1990 en que Jean Bertrand Aristide se convierte en el primer presidente electo democráticamente. Derrocado un año después, por fuerzas ligadas al antiguo régimen, la experiencia de Aristide, emergida desde un movimiento católico de base, se intento continuar entre 1994 y 2004, alternando con René Preval, actual presidente haitiano desde 2006. Prevalece la polarización política y la violencia cotidiana.
2) Pobreza, analfabetismo e inequidad conspiran permanentemente contra la estabilidad política. Internamente desgarrado por pandillas y diversos grupos del crimen organizado, Haití, es objeto de la intervención humanitaria desde 2004. Permanecen, sin embargo, los problemas estructurales: siete de cada 10 habitantes son pobres, que viven con menos de US$2 al día; 56% dispone menos de un dólar. Haití ocupa la posición 150 de 177 países en el Índice de Desarrollo Humano. Sólo el 52,9% de la población está alfabetizada; se calcula que un haitiano no vivirá más de 60 años. Tres de cada 10 personas tienen acceso al sistema de salud. 2,2% de la población adulta vive con VIH/sida; Haití está entre los 30 países con mayor tasa de prevalencia en el mundo. Los mulatos francófonos, el 1% de la población, son dueños de casi la mitad de las riquezas.
3) Dependencia de la cooperación internacional, para la importación de alimentos pues la producción propia sólo abastece el 46% de las necesidades. Hay frecuentes disturbios ocasionados por la escasez y el alza de precios. Aunque se ha cancelado la mayor parte de deuda, 60% del presupuesto nacional se alimenta de recursos externos.
4) Entre 2001 y marzo de 2007, los desastres naturales dejaron más de 18,000 muertos y 132,000 personas sin hogar. 6.4 millones de personas resultaron afectadas. En 2008 se perdió el 60% de las cosechas por los embates de cuatro tormentas tropicales durante tres semanas.
5) Tres cuartas partes de la demanda energética se satisface con la madera. La mitad del país está erosionada. La superficie forestal hoy es apenas menos del 2%.
Superar esas crisis requiere nuestra firme solidaridad con el pueblo haitiano.

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