viernes, 24 de febrero de 2012

VEDA NO ES SILENCIO

Es momento de preguntarnos por el papel jugado por la política en nuestras vidas cotidianas, tanto como por la relación que guardan esos acontecimientos con un sentido del futuro. Se trata de ganar elementos positivos para nuestra convivencia, pues la política es arte y técnica para lograr vivir mejor juntos. Con mucha facilidad se pierde de vista este objetivo, y la causa principal del desprecio por lo político, está en los sondeos de opinión, son los políticos profesionales y los partidos que encauzan sus carreras públicas. Es un fenómeno mundial pero acentuado en México y América Latina, que diputados, partidos y congresos locales o nacionales y, en menor medida los integrantes del poder Ejecutivo, están desde hace varios años en el sótano del aprecio ciudadano. Deterioro político significa también pérdida de esperanza respecto de la democracia y desconfianza frente al supuesto principal que la garantiza: el voto.

Paradójicamente, el momento estelar de la política es la jornada electoral y lo que ésta trae consigo: precampañas, campañas y disputas por los puestos a elegir. Momentos que son copados por variados instrumentos destinados a la mercadotecnia electoral; una cadena de productos y servicios informativos y de propaganda que no tienen empacho en reducir el sentido de lo político a una pretendida libertad de selección, como si se tratara de aumentar la oferta de productos en el gran supermercado de la democracia. Esas aberraciones llevan a homologar democracia y dinero, lo cual refuerza sustancialmente el carácter ritual y formalista de las elecciones, pues esa democracia procedimental de la que renegamos, sigue apostando a delegar la soberanía popular en representantes que una vez votados se despegan del electorado, no le rinden cuentas ni le convocan a participar cotidianamente de los asuntos públicos.

Este periodo de veda en torno al llamado al voto, las manifestaciones públicas de respaldo a (pre)candidatos y el impedimento de difundir las plataformas partidarias registradas ante el IFE, algunos lo interpretan como una imposición de silencio político desde argumentos falaces que conciben reducidamente la democracia a votos y candidatos. Sin embargo, partidos, equipos de campaña y candidatos han caído en la trampa pues la obsesión de todos ellos es aumentar sus preferencias en las encuestas, sin preguntarse algo elemental, que tiene relación con las fibras y valores que mueven al electorado. Se sigue pensando en los votantes swingers que podrían cambiar su voto, en ganar las franjas indecisas del electorado y hasta en aumentar el número de votantes porque renuncian frente al abstencionismo. Toda la carne va a un asador que está alumbrado por figuras carismáticas que incluso saben servirse del desprestigiado sistema de partidos para posicionarse. La esencia de lo político desaparece.

¿Y dónde queda entonces la y lo político en este periodo de veda electoral? Pues en todo aquello que la democracia representativa, procedimental, delegada, nos escatima gracias al ritualismo electoral. Mientras tanto, a casi la totalidad de los personajes electos se les deshace el país entre las manos, pues ni llega la lucha integral contra el crimen organizado de manera que el Ejército regrese a sus cuarteles, ni se tiene una respuesta plausible frente a la crisis financiera internacional, ni contamos con dispositivos que combatan eficazmente la corrupción, como lo mostró, sin querer, la Auditoria Superior de la Federación, ni se concretizan pasos para alcanzar reformas de Estado en materia electoral, laboral, o energética. Ahí hay un silencio que romper; sin invitarnos explícitamente al voto por tal o cual candidato, las maquinarias electorales bien podrían afinar su comunicación, pensando en la democracia y el gobierno que nos ofrecen para reestablecer el potencial transformador de la y lo político.

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