viernes, 12 de julio de 2013

MAPA ELECTORAL Y ANTIDEMOCRACIA





Un balance preliminar sobre las elecciones en 15 entidades el pasado 7 de julio, detona señales de alerta sobre el país que ellas (re)dibujaron, respecto al descontento con el sistema político y de partidos, cuya baja convocatoria expresa un serio deterioro de la confianza en los formatos de representación y de agregación de intereses que ofrecen las instituciones políticas. Cada una de las regiones donde hubo elecciones confirma, además, que el mapa político del país cada vez está más desgarrado por valores antidemocráticos; la corrupción registrada en las campañas electorales, la persistencia del uso electoral de recursos públicos, la violencia de gobernantes, dirigentes partidistas contra sus opositores, aunada a las amenazas, chantaje y muerte que sembró el crimen organizado en varias entidades del país. Así, las elecciones más violentas de la historia reciente, auguran conflictos políticos que impiden la democratización.

Asesinatos, secuestros, ‘levantamientos’, ‘terrorismo electoral’ y hasta presuntas violaciones, mancharon varias campañas electorales. Crímenes y escándalos que reflejaron la incapacidad gubernamental para garantizar el Estado de derecho, lo cual generó miedo e incertidumbre. Antivalores que opacaron las propuestas de los partidos políticos. Cálculos preliminares, señalan que al menos 20 candidatos fueron asesinados, secuestrados o amenazados durante las campañas. El alto abstencionismo constata que el miedo, junto con la desconfianza hacia los partidos desmotivaron al elector. Si bien en 4 de las 15 entidades participaron más de la mitad de los votantes potenciales, en las once entidades restantes el abstencionismo alcanzó un rango que va del 52 por ciento en Aguascalientes, al casi 69 por ciento, en Quintana Roo. En algunos municipios el abstencionismo alcanzó hasta 73 de cada 100 electores. Se refuerza además la conclusión de que el abstencionismo favorece al partido con mayor capacidad de manipulación del voto.

Las irregularidades documentadas durante la jornada electoral pasada, plagaron el carácter antidemocrático que pervive en las prácticas partidistas y en la perversión de las autoridades electorales, que se mostraron incapaces para asegurar la imparcialidad y que no lograron obtener confianza al contar los votos. Robo de urnas, incendio intencionado de casillas estratégicas, en las que los resultados no favorecieron al PRI, represión contra candidatos triunfadores que no militan en ese partido. Un conjunto de signos que no fueron suficientes para invalidar el conjunto de las elecciones, pero que expresan síntomas de descomposición política que pueden estar asociados con el regreso de la presencia abrumadora del tricolor Aunque no regresamos al esquema del partido prácticamente único, pues a pesar de las limitaciones del sistema político y de partidos, hubo competencia en varias entidades y triunfos incontestables de otros partidos, hasta alcanzar la mayoría de municipios o de algunos congresos locales.

El mapa electoral se viste de contrastes: el PRI, por si mismo, pero sobre todo mediante coaliciones electorales, ganó 9 de las 14 capitales estatales en disputa; obtuvo mayoría en 10 de los 14 congresos locales y en conjunto ganó la mayoría de alcaldías. La coalición entre Acción Nacional y el PRD, además de alianzas con otras formaciones políticas cambiantes, ganó la mayoría en cuatro congresos, así como la mayor parte de las alcaldías en Veracruz, Puebla y Oaxaca. En estas elecciones, la coalición electoral se confirma como medio irrenunciable para competir de aquí en adelante. Una novedad, que también marcará el futuro electoral, es la emergencia del Partido Movimiento Ciudadano como aliado estratégico, pues sus votaciones en los 10 estados donde participó con candidaturas, oscilaron entre el casi 8 por ciento en Baja California, el 5 por ciento en Puebla y el 4 por ciento en tres estados. Pluralismo partidista; pero, antidemocracia que subyuga procesos electorales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario