viernes, 23 de enero de 2015

VOTAR, BOICOTEAR, CONSTITUIR




Razones para votar, muy pocas. Existen polos competitivos que podrían contribuir a resignificar el papel del Poder Legislativo: el caso de Morena en la Asamblea Legislativa del DF, o de algunos distritos relativamente aislados donde ese nuevo partido, o algunos otros como el PRD, o Acción Nacional, tienen candidaturas cercanas a la gente, a pesar de disputas y de crisis internas que golpean particularmente al PRD, a raíz de los conflictos en Guerrero. Elecciones municipales, unas pocas, ahí donde se competirá contra la mayoría priísta instaurada en las elecciones locales de 2012. Destaca Jalisco, la zona metropolitana de Guadalajara, algunas ciudades y distritos en los que compite Movimiento Ciudadano, con buen pronóstico en las encuestas. Estas elecciones intermedias abrirán oportunidades para el voto de castigo, ese pequeño espacio de poder con el que cuenta el votante. A nivel de las diputaciones federales, se podría evitar la persistencia de una mayoría priísta al servicio incondicional del Presidente Peña Nieto, para así contrapesar el deterioro de la autoridad presidencial y ocupar un nuevo espacio político para redefinir rumbos y alcances de las “reformas estructurales”. Tanto como para castigar también aquellos gobiernos locales o diputaciones que le fallaron al electorado.

Hay muchas tentaciones para boicotear, abstenerse o votar en blanco. Difícilmente podrían ser más adversas las condiciones económicas, políticas y sociales, como para legitimar a un sistema político y de partidos preso por su falta de democracia interna en la elección-designación de sus candidatos. Una presidencia de la nación con los peores niveles de aceptación, que se muestra distante, incapaz, para enfrentar racionalmente violencia e inseguridad. Motivos de preocupación que, en distintos grados de exacerbación, se presentan en todo el país. De los 9 gobernadores que se elegirán este 7 de junio, en Michoacán, Guerrero y Sonora, hay denuncias y evidencias sobre la penetración del crimen organizado. Probablemente, en esas entidades habrá grupos que boicoteen las elecciones. Además, se incrementa la desconfianza hacia la institución presidencial y su partido por casos de corrupción y por la terquedad inaudita por continuar con el mismo modelo económico, a pesar del entorno internacional adverso: petróleo y gas cuyos precios están por los suelos, devaluación sostenida del peso, falta de inversión extranjera directa, debido a la violencia incontrolable en varias regiones del país, y escasa o nula transparencia en la licitación de los concursos.

Recientes encuestas de intención del voto, calculan en un 9 por ciento las boletas en blanco, pero hay un 43 por ciento que no define aún su voto porque no lo convence partido alguno. Boicot, voto blanco, o abstención, favorecen el voto duro, producto del clientelismo, particularmente del PRI, lo cual abarata el triunfo del corporativismo partidista. Está por verse si el boicot electoral logra una base de respaldo suficiente para deslegitimar en su conjunto, o en regiones específicas, al proceso electoral. Ante la ineficacia de tales estrategias, quienes están por una constituyente pacífica apuestan por una transformación política radical, cimentada en pactos locales-regionales que fundamenten un pacto social nacional. Mediante la elección abierta, libre, de diputados constituyentes, en cada uno de los 300 distritos del país, se recogen los planteamientos desde abajo para redactar una nueva Constitución. Se busca superar todo aquello que impiden o que son incapaces de impulsar los partidos políticos: el combate a la desigualdad en todas sus manifestaciones, de ingreso, de género, por edades o por pertenencia étnica. Seguridad y justicia. La democracia participativa y comunitaria propicia un nuevo tejido gubernamental que mejora la calidad de la representación. No hay encuestas que tomen el pulso sobre la simpatía o convicción que la constituyente genere, pero la utopía imagina y con-mueve. Estemos atentos.

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