viernes, 30 de enero de 2015

FRIALDAD DEL GOBIERNO MEXICANO ANTE LA CELAC





Costa Rica acogió la III Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) el pasado 28 y 29 de enero, procurando avanzar en la integración regional, bajo el lema “unidad en la diversidad”. Nacida bajo el impulso de una integración autónoma latinoamericana y caribeña, la CELAC, recoge principios de política exterior que, en algún momento, impulsó el gobierno mexicano: oposición a la injerencia extranjera en asuntos internos; por el derecho de los pueblos a la soberanía y la autodeterminación; por la solución de controversias con base en el diálogo y la negociación pacífica; por la cooperación internacional sin condicionamientos ideológicos; así como una política de desarme nuclear inspirada en el Tratado de Tlatelolco, que actualmente constituye el área desnuclearizada más grande del planeta, y de oposición a la guerra. Y a todo tipo de conflictos armados, de violencia y de intolerancia. Cobra vigencia la proclama de América Latina y el Caribe como zona de paz, que promueve el desarme nuclear y la solución pacífica de las controversias, adoptada en la Cumbre de La Habana (2014).

Hay nuevos temas en las cumbres de la CELAC, en los que la diplomacia mexicana se ha mantenido fría y en ocasiones distante: la defensa irrestricta de los derechos humanos, dados los flancos abiertos por los sucesos protagonizados por la connivencia entre gobierno y crimen organizado; la redefinición de la arquitectura financiera internacional que regule la especulación y fomente políticas industriales, la lucha contra el calentamiento global y por la agenda sustentable apoyada sobre compromisos susceptibles de evaluación y seguimiento. A pesar de su débil institucionalización y de las limitaciones implicadas en la toma de decisiones únicamente por consenso y no por mayoría de sus miembros, la corta vida de esta comunidad muestra logros importantes: se ha ganado el respeto de Estados Unidos, la Unión Europea y de países y foros del Pacífico asiático. Ni la OEA, ni las Cumbres de las Américas que impulsa Estados Unidos pueden prescindir de esta Comunidad con vocación multilateralista.

La CELAC se ha convertido en interlocutor válido frente a la Unión Europea, cuyas cumbres eurolatinoamericanas se conciertan con esa nueva instancia comunitaria; así como se reconoce su interlocución con foros intergubernamentales con China y el grupo BRICS. Dentro de ese marco de cooperación sur-sur, la CELAC participa activamente en iniciativas como la del Banco del Sur. Asimismo, el G-77, que en realidad lo forman 133 países que comparten la herencia del Movimiento de Países No Alineados, que luchan contra toda forma de colonialismo y por la descolonización del mundo, reconoce la interlocución de la CELAC. Políticas prácticamente abandonadas por el gobierno mexicano, cuya frialdad frente al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos también es manifiesta.

No obstante su carácter intergubernamental, la CELAC a su vez reconoce como interlocutores a diversos movimientos sociales, algunos de alcance continental, subregional o de carácter étnico, como el llamado Movimiento Social de Afrodescendientes, que reclama la inclusión del “Decenio de Afrodescendientes”, dentro de la agenda discutida por la CELAC. Restan, sin embargo, desafíos cruciales para el logro de la integración autónoma nuestro-americana. Persisten desencuentros entre las políticas públicas que impulsan gobiernos de origen popular de centro izquierda y movimientos sociales afectados por el neoextractivismo y la obtención de una renta, en declive por los precios bajos de las commodities, petróleo, gas y biocombustibles, así como por la creación de infraestructuras eléctricas y de comunicación que privatizan bienes públicos. Ello dificulta la “unidad en la diversidad”  latinoamericana, pero la frialdad mexicana termina por agrietar las luchas contra la exclusión y la desigualdad social potenciadas por la CELAC.

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