Las próximas
elecciones intermedias abren dos pistas de actuación, en lo que se refiere a la
convergencia política alrededor de demandas de amplia inclusión e impacto
social: la pista político-electoral que se debate entre los partidos,
particularmente de izquierda, y sus vínculos –o la falta de ellos- con la
insurgencia social que recorre el país en innumerables conflictos asociados con
la violencia, la crisis económica o problemas socioambientales diversos. La muy
polémica y crispada relación entre partidos, gobierno y movimientos sociales,
nutre el desencanto frente al sistema político y de partidos. La otra pista, es
la que corresponde a la dinámica interna de la insurgencia social, que tiene la
virtud de su autonomía y descentralización de múltiples organismos que adaptan
sus luchas, su actuación pública, a las particularidades locales o regionales,
pero que cuentan con un déficit de coordinación entre sus demandas a escala
nacional.
Para que esas
dos pistas converjan en un proyecto de transformación social significativo,
hace falta una consideración selectiva del voto que permita aprovechar aquellas
candidaturas dispuestas a establecer vínculos con demandas y movimientos
sociales. El académico y activista chihuahuense, Víctor Quintana, subraya la
oportunidad abierta por el descenso en la intención del voto priista, lo que
impedirá a ese partido contar con la mayoría en la Cámara de Diputados
federales. Frente a lo cual convendría impulsar una legislatura de coalición
opositora que comunique “la arena de las luchas sociales y la arena política
partidaria”. Acercar las demandas unificadoras de la insurgencia social con
iniciativas de ley y políticas públicas acordes con tales demandas, es lo que
puede resignificar unas elecciones intermedias faltas de interés y en cierta
medida ajenas de cara al drama nacional. Que no se valga elegir como si
Ayotzinapa no existiera.
Propiciar tal
convergencia entre procesos electorales y la insurgencia social aportaría nuevas
experiencias de participación ciudadana, siempre y cuando haya diálogos y
compromisos previos entre partidos, candidatos-as y organizaciones sociales en
los que ambas partes estén dispuestas a perseguir una agenda legislativa o un
programa de gobierno, en aquellos diversos cargos de elección popular en juego
este 2015. Lo cual no implica desconocer que habrá distritos federales o
locales, o gubernaturas o municipios, donde algunas personas u organizaciones
sociales opten por anular el voto, abstenerse o incluso por impedir que las
elecciones se lleven a cabo, porque las condiciones de violencia o el deterioro
de las autoridades representen obstáculos mayores.
La legislatura
de coalición opositora es la convergencia que reúne mayores posibilidades para
ofrecer resultados donde los movimientos sociales vean reflejados sus intereses.
Víctor Quintana, identifica una plataforma con cuatro ejes básicos para esa
legislatura: derechos humanos –yo añadiría, sistema de justicia-, lucha contra
la corrupción y la impunidad, aumento salarial de emergencia y austeridad de la
clase política. Para construir una mayoría legislativa comprometida con esos
cuatro ejes, es necesaria una convergencia de la insurgencia social con otros
actores que compartan esa agenda legislativa, aquellos que manifiestan
activamente su preocupación por la persistente violación de derechos humanos,
tanto en el ámbito de los presos políticos, víctimas de la criminalización de
la protesta pública, como en torno de la falta de medidas sustantivas por la
desaparición forzada de personas. Asimismo, esa convergencia debe de atraer
toda la inconformidad contra la impunidad, la corrupción y la falta de
rendición de cuentas, que se expresa desde diversos ámbitos como la jerarquía
católica, sus movimientos eclesiales de base, o sectores empresariales.
Igualmente, acompasar la crisis económica con un salario de emergencia y con la
austeridad republicana de la clase política, es un sentimiento de indignación
que tiene amplia convocatoria, más allá de la propia insurgencia social
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