Hay mensajes cruzados en los resultados del reciente proceso electoral: la abstención fue menor que la esperada; hubo un voto que combinó la esperanza en un gobierno dividido como oportunidad para encontrar salidas a la crisis y un voto de castigo a los gobiernos en turno de Acción Nacional, así como a sus legisladores por su mal desempeño tanto en los asuntos de interés nacional, como en los más cotidianos de sus políticas públicas. Asimismo, se registró la novedad del voto nulo en todo el país, aunque en menor proporción que lo calculado y sobre todo, a lo requerido por la deseada crítica a la partidocracia.
Las reacciones postelectorales fueron las esperadas. El Presidente Calderón asumió los resultados desfavorables para su partido y ofreció llegar a acuerdos con la mayoría priista, pero insistió en la imprescindible continuidad de la estabilidad macroeconómica lograda, sin decir que tal estabilidad solo beneficia al sector financiero. Prácticamente sacó así la política económica y el la continuidad con la ortodoxia neoliberal que asegura el Banco de México del debate legislativo. Tanto Calderón, como la dirigente nacional del PRI, Beatriz Paredes, confirmaron su disposición a convivir bajo el esquema del gobierno dividido, y también dieron cuenta del voto nulo. Ambos hablaron de la –otra vez- urgente reforma del Estado y de la ampliación de canales propicios para la “democracia participativa”.
Aunque suena positivo que las principales figuras del debate político hayan tomado nota del hartazgo causado por la partidocracia, el desafío representado por empoderar el voto y, simultáneamente, desempoderar al sistema de partidos, está lleno de obstáculos. Acción Nacional, está enfrascado en saldar cuentas internas a raíz de la derrota electoral más grave que ha sufrido en su trayectoria de gobierno, de manera que ahora son incapaces de hacer una lectura sobre las razones del castigo propinado y menos aún su responsabilidad frente al voto nulo, pues no entienden la crítica a la partidocracia ni los cambios que ella demanda, máxime en una situación de debilidad relativa que disminuye su capacidad para impulsar reformas y beneficiarse de ellas. Su capacidad para participar en la distribución del reparto de cuotas de poder disminuyó drásticamente.
El PAN está tan dolido que por ahora sus dirigencias partidarias y sus gobiernos, tratan de repartir culpas al de enfrente de cara a la derrota. El dirigente nacional de ese partido no dudó en renunciar frente a los resultados adversos de los cuales es directamente responsable, sin embargo, en Jalisco hay una manifiesta incapacidad de autocrítica, tanto en la dirección del blanquiazul como en su gobierno estatal. Aunque constataron que las campañas sucias se revierten en su contra, guardaron tanto lodo que éste les impide ver lo que toca hacer frente al mensaje de castigo y ni siquiera se preocupan del voto nulo. Situación similar atraviesan el PRD y el PT, pues parece preocuparles únicamente si la rentable estructura partidaria se deteriora, pero no los electores ni las manifestaciones que censuraron la partidocracia.
El Partido Verde hizo una campaña pragmática frente a la crisis, proponiendo medidas populacheras frente a la inseguridad, la salud y la educación. Además de constituirse en la cuarta fuerza electoral, coló una buena docena de “diputados Televisa”. Existe el riesgo que al igual que el PANAL, sus alianzas con el PRI perviertan la agenda legislativa y empoderen aún más la partidocracia. Se dificulta el camino para lograr las demandas implícitas del “anulismo”: empoderar el voto, desempoderar la partidocracia, rescatar el carácter ciudadano de los organismos públicos autónomos, vincular democráticamente economía y política. Pero, estas acciones positivas ahora cuentan con miles de voluntades para organizarse permanentemente para alcanzarlas.
viernes, 10 de julio de 2009
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