La revolución, palabra cargada de ambigüedad en la historia y en su significado presente. Para unos fue la oportunidad transformadora radical de injusticias opresoras, para otros la oportunidad de encumbramiento de un grupo generalmente producto de una coalición política formada por intereses heterogéneos, algunos de ellos incluso contrapuestos al origen del movimiento revolucionario. La socióloga Theda Skocpol ofrece una de las reflexiones más elaboradas sobre este concepto en su libro Las revoluciones sociales en el mundo moderno (1994), donde argumenta que esos acontecimientos únicos provienen de transformaciones fundamentales rápidas del Estado y la estructura social de clases que se hace desde abajo. Cambio político, transformación socioeconómica estructural y participación de masas, caracterizan a una veintena de revoluciones sociales que se han producido ¡en los últimos trescientos años!.
El caso mexicano es una de esas veinte revoluciones en el mundo moderno, la primera del siglo XX, pero su fuerza y originalidad tienen aristas inexploradas, a pesar de los ríos de tinta que han corrido para interpretarla. Aristas que no han sido abordadas suficientemente este año de celebraciones centenarias, que además no convirtieron en conmemoración nacional el suceso fundador de nuestra vida social contemporánea. Una historiografía cargada hacia los regímenes nacionalistas revolucionarios, construyó una versión que metió juntos ángeles y demonios con la finalidad expresa de instrumentar la herencia revolucionaria al servició del régimen de partido, el cual perversamente la institucionalizó. Otra interpretación, la hacen tecnócratas y conservadores quienes confinaron la revolución de carácter social exclusivamente a su dimensión político-electoral, enterrando en el olvido la radicalidad de las transformaciones exigidas por el cambio revolucionario. Otros, partidarios de la modernización, ven al pasado como lastre, digamos los salinistas, y los que se quedan con Francisco Madero, desechan a Villa y Zapata, digamos los panistas.
Estigmatizada por la violencia que conlleva, descalificada por la deformación de sus propósitos originales, la revolución social tiende actualmente al desprestigio. Sin embargo, las condiciones que la generan siguen vigentes: el incremento dramático de la desigualdad que trae consigo la globalización capitalista; la polarización política que revive autoritarismos que violan derechos y excluyen mayorías del desarrollo; el fracaso relativo de revoluciones (auto) limitadas al ámbito político electoral, como la mayoría de las revoluciones políticas de la esfera ex soviética, y de transiciones democráticas acotadas al sistema político, que aplazan indefinidamente los cambios estructurales que demandan justicia social; un balance de fuerzas internacionales en tiempos de crisis, que es propicio para la organización del descontento traducido en demandas de transformaciones mundiales radicales, que apelan incluso al viejo paradigma de revolución mundial. Pero, la revolución social despierta temores, la mayor parte de ellos por el carácter político militar que las sustentaba.
El carácter pacífico que toman las revoluciones sociales al final del siglo pasado combate esos temores. Nuevamente, la originalidad del caso mexicano representado en lo que algunos llamaron la primera revolución postcomunista del Siglo XXI, por el movimiento neozapatista, despertó ciertas esperanzas. Este movimiento se alejó del proyecto de la toma del poder por la vía armada, y hasta se deslindó del paradigma revolucionario, pues adoptaron la rebeldía y la lucha por la dignidad como programa de acción local-nacional y constituye una referencia global. Empero, la idea revolucionaria que inicia por el asalto armado al poder estatal persiste. El Centro de Estudios de los Movimientos Armados, detectó 43 movimientos guerrilleros en los últimos 13 años en México y la tentación por vincular narco y guerrilla se presenta ocasionalmente. Latinoamérica en su conjunto ofrece una perspectiva de revolución pacífica que opera en torno a elecciones; lamentablemente, el ideal de revolución democrática-pacífica que constituiría otro paradigma original en México, está por ahora bloqueado.
viernes, 12 de noviembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario