Las elecciones intermedias en Estados Unidos interesan fundamentalmente a su ciudadanía, pero tienen impactos internacionales y particularmente en México donde llaman nuestra atención. Internamente, representan una suerte de Plebiscito sobre la gestión demócrata del Presidente Obama, además, prefiguran fuerzas y programas políticos que se debatirán durante los dos próximos años cuando sean las elecciones presidenciales. La incertidumbre invade la posible reelección del primer presidente afroamericano de Estados Unidos. Al mundo le inquieta el peso que tendrá la agenda doméstica, de cara a los asuntos internacionales en los que Estados Unidos participa como potencia global, pues la beligerancia electoral mostrada por su nueva-vieja derecha, mantendrá ocupada a la Casa Blanca en la negociación de su proyecto de gobierno. Desde México, nos interesa la eternamente inconclusa reforma migratoria, pero también la cultura político-electoral triunfante: la empresarialización de la política, el Estado regulador desdibujado, el conservadurismo de base religiosa.
Obama y los Demócratas sufrieron una doble derrota en estas elecciones intermedias. El programa de recuperación económica no ha mostrado resultados sensibles y el coletazo de la crisis financiera creada por el gobierno anterior está golpeando a la administración actual; un desempleo que casi alcanza el 10 por ciento, aunado al tiempo que tarda el fomento de inversión pública promotora del empleo en mostrar sus resultados, frustró al electorado deseoso de pruebas de recuperación inmediatas. A esa frustración se unió un voto de castigo, liderado por la derecha republicana, contra la reforma de cuidados de salud que convenció a empresas aseguradoras y a trabajadores sindicalizados, pero que incomodó a clases medias vinculadas con jugosos negocios alrededor de la salud, además del argumento falaz pero convincente de los temerosos del migrante, al argumentar que esa reforma lo beneficia aunque no pague impuestos. Está documentado que ni los indocumentados escapan al fisco.
Derrota en la Cámara de Representantes, donde los Demócratas bajan de 255 a 185 integrantes; derrota en los gobiernos estatales, donde los Republicanos ganan 24 de los 37 gobernadores electos recientemente. Triunfo pírrico en el Senado, donde los Demócratas apenas mantienen una frágil mayoría. Un ganador: el Tea Party, la derecha republicana recalcitrante que toma su nombre del Motín del Té, un movimiento que se oponía al aumento de impuestos en la víspera de la Independencia de la Unión Americana, gana un amplio porcentaje de Representantes y obtiene triunfos en estados clave para el sistema de los grandes electores que definirán la elección presidencial de 2012. Aunque el Tea Party no cuenta con un liderazgo carismático capaz de contender contra la reelección de Obama, ya prefigura un programa político: abolir al Estado regulador; recorte de impuestos, porque aumentan el déficit; conservadurismo religioso como base identitaria.
El discurso anti-inmigrante y racista, parte nodal de ese movimiento, dividió al voto latino y de minorías nacionales, pues ganó al inmigrante que sufre el síndrome de la puerta cerrada; el que una vez integrado se opone a la obtención de ciudadanía por otros: Susana Martínez, primera mujer de origen hispano se reafirma como gobernadora en Nuevo México; Brian Sandoval, primer gobernante hispano en Nevada; Jan Brewer, gobernadora de Arizona, se convierte en paradigma anti-inmigrante con su Ley SB1070; Nikki Haley, de origen asiático es electa gobernadora en Carolina del Sur; Marco Rubio, cubano americano, es electo Senador por Florida. En Oklahoma, los republicanos ganan que el inglés sea lengua oficial, que se prohíba la Ley Islámica de la Sharia. Así, la Reforma Migratoria queda fuera de la agenda legislativa; Latinoamérica pierde interés y la política exterior queda apresada por la descarnada batalla de la agenda doméstica estadounidense. Lo peor, la derecha conservadora gana terreno electoral para 2012… ¿cómo en México?
viernes, 5 de noviembre de 2010
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