Vieja táctica mediática, no cuestionar la veracidad de la información sino criticar el hecho de su ilegítima difusión. Eliminar al mensajero significaría retomar el control de la información para beneficio de los poderes fácticos, pero las redes del ciberespacio donde hay millones de fuentes autónomas que la producen no son controlables; cada nodo de la red es el mensajero y cada uno de ellos es además cambiante, flexible, reemplazable, por sujetos cuya existencia escapa a la otrora capacidad de silenciar que tuvieron poderes fácticos y constituidos frente a los medios tradicionales. WikiLeaks, lanza desafíos fundamentales para la era cibernética que nos envuelve globalmente: derechos y libertades de acceso y uso responsable de información; exigencias de transparencia y rendición de cuentas, como consecuencia de hechos conocidos-denunciados-demandados.
WikiLeaks ha polarizado. Para unos, representa un periodismo de nuevo tipo que consigue información pública y privada desconocida, pero que se maneja responsablemente al borrar nombres y otras pistas de identificación, que puedan violar la privacidad, sólo se difunden documentos sobre hechos pasados, excluyendo datos que hagan peligrar planes u operaciones presentes y futuras. Un presupuesto anual de unos 300 millones de euros, 5 empleados permanentes, 800 colaboradores ocasionales y miles de voluntarios distribuidos en el mundo, le permiten a esta red incluso corroborar la información en sus fuentes originales. Ello le ha valido premios otorgados por The Economist, o por Amnistía Internacional. Para otros, se trata de una oscura organización por falta de transparencia en sus financiamientos, porque no da a conocer información relevante de manera organizada sino que entrega lugares comunes y nada nuevo que no se pueda obtener mediante los mecanismos de acceso a la información que garantizan los gobiernos de los países centrales, especialmente Estados Unidos.
Lo cierto es que todos y cada uno de los gobiernos que aparecen en los documentos difundidos por WikiLeaks se sienten interpelados y, conciente o inconcientemente, integran los temas en sus agendas de comunicación. Asimismo, el mundo mediático dirige su mirada a esa red con intencionalidades editoriales propias, lo cual repercute en mayores exigencias comunicativas de los destinatarios de sus mensajes: desde quienes claman por asesinar a Julian Assange, como mensajero, hasta quienes defienden activamente las libertades que entraña WikiLeaks. Los lemas de esta organización, disponibles en su página Web que se sostiene a pesar del ataque sistemático de aparatos de inteligencia cibernética de los países centrales, expresan los valores libertarios que la fundan: libertad de palabra; abrimos gobiernos; cada organización descansa sobre una montaña de secretos; llegó el momento de abrir los archivos; la información quiere ser libre; ahora la justicia está en tus manos; el Big Brother observa, nosotros también; revelamos información…
No es casual que el Partido de los Piratas de Suecia (10% de votos en las elecciones europeas de 2008) dé acogida a esta red para actuar en contra de la privatización, del ocultamiento de información, de la impunidad gubernamental y privada. Tampoco es casual que millones de cibernautas hagan suya la causa de WikiLeaks, al atacar el sistema informático del banco suizo que se negó a abrir una cuenta donde Julian Assange pretendía situar recursos para financiar su defensa jurídica, o que atacaran el sistema de PayPal, por no aceptar donaciones para WikiLeaks. Para Manuel Castells: “El drama no ha hecho más que empezar. Una organización de comunicación libre, basada en el trabajo voluntario de periodistas y tecnólogos, como depositaria y transmisora de quienes quieren revelar anónimamente los secretos de un mundo podrido, enfrentada a aquellos que no se avergüenzan de las atrocidades que cometen pero sí se alarman de que sus fechorías sean conocidas por quienes los elegimos y les pagamos.”
viernes, 10 de diciembre de 2010
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