Las redes sociales son decisivas en los procesos electorales, tanto como de la calidad del escrutinio permanente de toda actividad pública. La política profesional o la actuación gubernamental no pueden dejar al margen nuevas prácticas de ciudadanía que las redes suscitan; el ejercicio mismo del poder, está mediado por ellas y la constitución de la Sociedad Red, tiene sus fundamentos en el particular uso de Internet y las Tecnologías de Información y Comunicación que aprovechan las redes sociales. Personaje o acontecimiento que no aparezca en ellas simplemente no existe para el otro. Su funcionamiento plantea desafíos inéditos al conocimiento de la sociedad, sus valores, creencias, emociones, intereses, sus sueños o sus esperanzas. A esas redes les encontramos potenciales nunca antes vistos: al crimen organizado, le facilita información de personas secuestrables, mientras que a la policía le ayuda en sus pesquisas; propician la acción –y a veces, la organización- colectiva en manifestaciones públicas inmediatas del descontento; nutren nuestras vidas cotidianas mediante la intensificación de relaciones interpersonales de amistad o grupos de interés común. Las redes tienen un impacto contundente sobre la construcción del espacio público que hacen individuos, actores colectivos e incluso representan ya un vehículo comunicacional privilegiado para organismos e instituciones.
Hay de redes a redes. La revista Time escogió a Mark Elliot Zuckerberg, creador de Facebook y no a Julian Assange -fundador de WikiLeaks-, como personaje del año de 2010, por razones eminentemente políticas; Facebook, según Time conecta a más de 500 millones de personas y mapea las relaciones sociales entre ellos; crea un nuevo sistema de intercambio de información y cambia “cómo todos vivimos nuestras vidas”. Los editores de Time no eligieron a Assange, aún si él y Zuckerberg son dos caras de la misma moneda: “Ambos expresan un deseo por la apertura y la transparencia. [pero] Mientras Assange ataca grandes instituciones y gobiernos a través de la transparencia involuntaria con el objetivo de quitarles poder, Zuckerberg permite a las personas intercambiar voluntariamente información con la idea de darles poder” y añaden: “Assange ve el mundo lleno de enemigos reales e imaginarios; Zuckerberg ve el mundo lleno de amigos potenciales. Ambos tienen un cierto desdén por la privacidad: en el caso de Assange porque él piensa que permite que florezca la maldad; en el caso de Zuckerberg, él lo ve como un anacronismo cultural, un impedimento para una conexión más eficiente y abierta entre la gente”.
Las diferencias entre Facebook y Wikileaks nos remiten de lleno a una discusión política sobre el sentido de la información, su frágil y heterogénea relación con el periodismo. Fundamentalmente, ambas redes tienen consecuencias sobre la estructura de poder. Zuckerberg aprovecha 7 principios básicos para la comunicación instantánea entre individuos: mensajes integrales, informales, inmediatos, personales, simples, mínimos y cortos. Facebook apuesta por la comunicación interpersonal en la que individuos y grupos de interés acuerdan implícitamente los alcances de sus acciones, pero ésta red no contempla validación alguna de la información más allá de la fiabilidad que despierte cada individuo o grupo que ahí se comunica. WikiLeaks, se sitúa en las antípodas, pues ésta red se concibe como un espacio de información sustentado sobre la responsabilidad periodística. Quienes generan la información comparten un código ético inspirado en la transparencia de la acción pública, desde una perspectiva que comparten voluntarios y periodistas profesionales comprometidos con el ejercicio del derecho a la información. Assange es perseguido por el impacto político de Wikileaks sobre el establishment; Facebook logra empoderar al individuo y sus redes, pero puede conducir a la antipolítica del proceso electoral. Faltaría un Wikileaks, red social de periodismo responsable, frente a la política mexicana.
viernes, 11 de febrero de 2011
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