jueves, 12 de enero de 2012

ENTRE EL LIMBO Y EL INFIERNO

Sin pena ni gloria, trascurren las precampañas electorales: repetición de lugares comunes, propuestas abstractas de programas, proyectos del deber ser de la política sin asideros respecto de su viabilidad, saturación de todos los medios de difusión posibles, desde los tradicionales hasta las novedosas formas electrónicas que se “innovan” diariamente. Toca también decir que ya nos tienen hasta la madre con su mercantilización de lo político, con unidades a toda costa y supuestos consensos prefabricados que publicitan unanimidad donde no la hay, con falsos debates entre ideas que son casi iguales; con todo ello, estamos en el limbo, esperando que algún día por venir, esos tanques políticos, con poca sustancia como para convertirse en think tanks, nos lleven a la gloria de la esperanza futura. Pero es otro el destino que nos alcanza. Se parece más al infierno que a la esperanza.

Dominada por la ambigüedad, la época de las precampañas no logra convencer sobre las bondades de una reforma política que se hizo con buenas intenciones, pero que continuamente se desborda por la tentación publicitaria. ¿A alguien le queda claro si estos momentos preelectorales tienen como destinatarios a los propios partidos políticos? Las frases aceleradas al final de los spots “esta propaganda está destinada a los militantes de ‘tal’ partido”, no logran esconder que el blanco de la spotización política somos todos-as ¿Se podría decir con sensatez que durante este periodo ha mejorado la democracia interna de los institutos políticos? Ni uno solo de los partidos tiene un padrón interno que sea fiable, pues la volatilidad del electorado hace imposible ya el identificar una base social militante, y los simpatizantes no garantizan fidelidad. El formato de partido es inoperante para los fines democratizadores del sistema político.

Por ello, aparte del PRI, cuya maquinaria electoral de unanimidades evita cualquier consulta extra partidista, cada vez más se recurre a las encuestas entre población abierta; es claro que para Acción Nacional y para las izquierdas, el momento preelectoral es el de apelar a todo el electorado y no solamente a quienes se identifiquen con un partido. Pero la hebra común que anuda al conjunto del sistema de partidos es la del dinero, sea para mantener aceitadas las fibras corporativas de cada instituto, sea para financiar sofisticados y cada vez más costosos mecanismos de consulta, que permitan llegar a todo el electorado en disputa. Democracia S.A. busca clientes, no ciudadanos demandantes de derechos. Donde manda el dinero no gobierna la democracia y esta ambigüedad entre precampañas y campañas electorales, presagia una prolongación del limbo político que padecemos. Aún las izquierdas, críticas de la mercantilización del mundo político, se ven invadidas por este sopor enfadoso del dinero.

Las (pre)campañas parecen negar el infierno. Invadidos por el discurso políticamente correcto, (pre)candidatos y partidos evitan entrar al fondo de los problemas derivados de la mediocridad del desempeño económico del modelo depredador, insostenible, orientado a la exportación; no señalan críticas certeras al protagonismo perverso del sistema financiero mundial; temen incrementar temores sociales, por lo que evaden el tema de la violencia estructural y su secuela de muertes (casi 13 mil asesinatos –producto de supuestos enfrentamientos entre cárteles del crimen organizado- de enero a septiembre del año pasado, con lo que suman casi 56 mil homicidios durante el actual gobierno federal). Casi ninguno de ellos cree que se pueda hacer algo diferente a la estrategia militar y policial actual; son extremadamente prudentes frente a los responsables de las crisis de justicia, económica y civilizatoria que padecemos. Empero, evadir el conflicto es desconocer el infierno de la corrupción y la impunidad que supuestamente se proponen combatir.

2 comentarios:

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  2. De un lirismo entrañable se llenan estas reflexiones que apelan a construir una fina relación entre la crítica aguda y estricta al desastroso proceso electoral que vivimos y la demanda de dignidad, que es la base de un nuevo tejido social.
    Es fundamental tomar como punto de partida para cualquier análisis ético del limbo electoral que vivimos la frase que señalas:"Donde manda el dinero no gobierna la democracia"... Mientras sea la lógica que impere, no hay espacio de política otra en las instituciones, pero sí en las demandas del BASTA sobre la que podemos construir una sociedad con un poder que va más allá de los partidos, y que debe reclamar su poder sobre un sistema secuestrado.
    Ni la muerte ni el dinero pueden orientar un nuevo proyecto de país... sí, la dignidad y la vida.
    Pablo Uc

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