viernes, 25 de enero de 2013

MÉXICO: GEOPOLÍTICA DE DOBLE RASERO

El Presidente Enrique Peña Nieto participará por primera vez en la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños-Unión Europea (CELAC-UE), así como en la I Cumbre de la CELAC. También asistirá a la VI Cumbre de la Alianza del Pacífico, en la que se reunirá con sus homólogos de Chile, Colombia y Perú, así como a la IV Cumbre Empresarial CELAC-UE. Entre el 26 y el 28 de enero, Peña Nieto tendrá una intensa agenda de trabajo que también incluye una reunión en la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en sus oficinas centrales en Santiago de Chile, ciudad sede de las cumbres políticas y empresariales. La visión de México se pondrá a prueba con el tema central del evento que es la "Alianza para un Desarrollo Sustentable: Promoviendo Inversiones de Calidad Social y Ambiental" La CELAC reúne desde 2010 a todos los mandatarios de los países latinoamericanos y caribeños, sin la tutela de potencia exterior alguna. Por primera vez en su historia, todo el sur del continente americano logra constituirse en un interlocutor válido frente a las cumbres internacionales que se vinculan con esta región: la Iberoamericana, que se da anualmente; la de Las Américas, que tiene lugar cada dos años bajo la convocatoria estadounidense; y con la Unión Europea, también cada dos años. En la próxima Cumbre de Santiago, por primera ocasión aparece la CELAC como contraparte de la Unión Europea. Cierto, la política exterior mexicana ha propiciado la unión latinoamericana, pues la decisión de crear la CELAC se tomó a inicios de 2010 en Cancún. Guadalajara vio nacer la Cumbre Iberoamericana en 1991 y luego fue sede en 2004, de la reunión latinoamericana con la Unión Europea. Sin embargo, la política exterior mexicana frente a la geopolítica latinoamericana se mide en bajo un doble rasero. En la relación con Estados Unidos, México no goza de la misma autonomía que han alcanzado la mayoría de países suramericanos, pues el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), significa mayor subordinación de la economía mexicana, y el diseño de nuestra política económica responde a reformas orientadas hacia la “sociedad de mercado”, que impulsan las instituciones internacionales en sintonía con las estrategias del Consenso de Washington, un conjunto de principios ordenadores del (anti)modelo de desarrollo. El tema del desarrollo sustentable, las inversiones de calidad social y ambiental, que se abordará en Santiago, se presta para dizque legitimar esas reformas de mercado, aunque la mediocre evolución mexicana, que crece por debajo del promedio latinoamericano, muestre que por esa vía no hay resultados positivos. Además, la proyección geopolítica mexicana, enfatiza sus alianzas estratégicas con la visión estadounidense. Lo que promete la VI Cumbre de la Alianza del Pacífico, es que Peña Nieto tendrá que comprometerse con el Tratado Transpacífico, que impulsa Washington, para contrapesar al creciente poderío de China en el espacio de Asia-Pacífico. La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, que suma a China, Japón y Corea del Sur (ASEAN+3), acrecienta su autonomía frente a la Unión Europea y Estados Unidos. Ante lo cual, la ortodoxia neoliberal del modelo mexicano obliga al apego incondicional respecto de la geopolítica estadounidense de competencia y contención frente al Pacífico asiático. México sigue en la retórica latinoamericana, pero no disfruta de autonomía frente a Estados Unidos ni la Unión Europea; mientras la desigualdad social aumenta en nuestro país, ni se adopta una política industrial, ni se adoptan esquemas de seguridad y soberanía alimentaria ni energética, como si lo hacen varios países suramericanos, se exacerba la esquizofrénica geopolítica mexicana.

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